Asumo
que eres
debacle
de vaivenes,
noria
infinita a la que mi mente
se
sube, apartando el vértigo
y
dejando el reloj en el suelo
antes
de embarcarse en tu día a día.
Acepta
que soy sencilla,
que
sólo quiero girar y girar,
luciendo
un vestido de flores
mientras
tú pones las notas
y
yo, mis pies descalzos y tibios
en
la arena de tu playa de cielo.
Así,
inocente
y blanco
es
el ahora en el que nos encontramos:
armados
de paciencia hasta los dientes,
con
una sonrisa pintada en las sienes
y
las ganas acechando
a
la vuelta de cada mirada furtiva.