Se me han caído las costuras
sin haberlo planificado;
y es que a veces la vida
toma decisiones por ti,
sin consultarte o pedirte siquiera
una mínima pista a la hora
de descifrar ese inconcluso acertijo
que es nuestro propio camino.
Yo, que me creía témpano frío
para mi misma
y hoguera y salvadora del rebaño;
ahora me descubro rescatada por tus palabras
y a cubierto en tu mirada terrenal,
como si hubiese vagado a la intemperie
en medio de un holocausto absoluto
todos los días que me pesan en la espalda.
Y es que a veces es mejor no preguntar al corazón:
dejarlo latir libre, con las alas bien desplegadas
y la cabeza encerrada en el sótano de la experiencia,
que no hace más que anclar con sus cadenas de daños y heridas
a un pasado que no cabe en los bolsillos del presente.