Recuérdame qué hago aquí, sentada sobre mis talones, abrazando mis quimeras, sedienta de fe. ¿Esperando la primavera en tu piel? Si yo nací en invierno y me gobierna el frío; si no necesito que tus ojos derritan el hielo de mi vientre; si mis heridas están malcosidas y no hacen ruido ya. Recuérdame qué hago aquí, con ganas de explotar por dentro y chocar con tus raíces; si estás pero no haces ruido; me echas de menos pero tu código se pierde en el aire y no puedo descifrarte; si quiero leerte pero no me enseñas ni tus vocales. Lo que tengo es el residuo de todas las imágenes vívidas que construyo con tu cuerpo y el mío entrelazando sus penas. Lo que tengo no es lo que me das, es lo que necesito escribir contigo. Déjame vivirte o cierra la puerta y la boca y permite que me levante, que desde aquí abajo el mundo parece un lugar hostil y me siento diminuta y se apaga mi luz. Aviva mi destello o vete. Y llévate entonces contigo todo lo que te di, y el tacto de mis dedos que tendrás que recrear, porque no me leíste las manos cuando el tiempo te lo puso en bandeja. Recuerda las notas disonantes que te llevaron hasta mí y que no son suficiente para construir un nosotros. Recuérdame. Y a todas las canciones.
.
.
.
.
.
.
.
.