Vértigo y
pólvora.
Pólvora.
Miradas fugitivas, huidizas.
Terreno vetado.
Palabras estancadas
en callejones sin salida.
Impulsos herméticos
que crecen
a medida que aumenta
el número de suturas
compartidas.
La asfixia se torna hábito
cuando colisionan en sueños.
Para ellos
respirar es sentirse cerca,
a pesar de los muros
de decepciones acumuladas,
que intentan alejarlos.
Se esfuerzan
por dar sentido
a caudales de pensamientos
recién paridos.
Avanzan - luciérnagas ciegas-
a golpe de pulsiones
buscando, entre la multitud,
una luz que les haga palpitar
a fuego lento; no llega.
Se les secan los párpados
de tanto fijar la vista
en cuerpos vacíos de continente
y contenido.
Su esperanza es creer que
a base de escarbar observando
conseguirán hacer rimar sus tierras,
aunque sean, desde un principio,
greda baldía.
Saben que todo es en vano,
que lo único que les queda
es dejarse arrastrar
por la fuerza del caudal.
O apagarlo. Extinguirlo. Exterminarlo.
:
:
:
Tras concederse
un minuto de silencio blanco,
encuentran la respuesta
al llegar al epicentro de sí mismos:
Sólo hallan el vértigo
de ser valientes.