Qué
fácil es colonizar miradas
desde
la barrera de tu fortaleza;
buscar
ápices de destellos
fugaces,
infinitos,
de
los que se clavan en las retinas.
Desnudar
miedos con la boca cerrada
y
el corazón en un puño apretado,
asiendo
sueños desdibujados
con
la otra mano,
mientras
el tiempo te condena
-un
día más- a clavar los pies
en
tierra firme.
Tantear
las palabras,
medirlas
con sumo cuidado
para
que ninguna se atreva
a
volar hasta donde entrañas
y
razón se baten en duelo.
Difícil
ser valiente
cuando
sentir es lo último
que
se pretende;
cuando
se acallan suspiros
entre
redobles mudos
y
pedales escondidos.
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