No voy a pedirte
que no te vayas,
porque entonces dejarías de expandirte
y de echarle el pulso al viento
con cada una de tus batidas
de alas de algodón.
Pero sabes que
podrías pedir tu mano al tiempo
- con permido de tu corazón lisiado
y contracturado
por las culpas hechas de holajata-
No voy a enseñarte a vivir,
que de eso tú ya sabes bastante;
tanto como para escribir,
al menos,
un cuaderno de bitácora.
Pero sí que querrías com-partir-me:
Las risas que me regala
el cielo de esta ciudad
a la que, a veces, llamo casa;
llena de sueños y luces intermitentes.
Las sombras que guardo bajo la almohada,
para presentárselas a las tuyas
y que migren lejos
de nuestros días,
del ahora.
Los bailes,
siempre de puntillas
para no despertar al sol,
descalzas sobre arena blanca.
Los trazos de tinta azul
en tu espalda,
a juego con tus ojos.
Instantes de libertad.
Que se multiplican
cuando llevan impresos
tu imaginación
y mis versos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario