Se
me escapa el aire entre los dedos.
Las
palabras revolotean, inquietas,
dibujando
una órbita espiral
alrededor
de mis entrañas.
Sin
negociar sus movimientos,
me
lanzan preguntas
en
dirección al esternón:
¿Por
qué tú?
¿Por
qué yo?
¿Por
qué ahora?
Sorprendida,
abierta
a la conquista de mí misma,
cruzo
los dedos,
esperando
que las respuestas
caigan
por el propio peso
de
tu mirada tierra.
Rezando
por
tener agua suficiente
en
el pozo de mis ventrículos,
y
regar con ella una semilla nueva
-quizás-
con tu nombre,
árbol
de vida.
.
.
.
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