Y vino;
Y entonces sembró la primavera en todos mis
latidos;
Vistió de azul la piel que ahora se eriza,
autómata,
al dibujar su sonrisa en el aire;
Me llenó los bolsillos
de mareas bravías
de aliento de sal
de viento del norte y especias del sur;
Me hizo florecer,
las ganas y las entrañas,
aún siendo otoño;
Asidas mis manos a su espalda,
me prometí abrazar fuerte sus miedos
y de un soplo,
hacerlos volar libres.
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