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¿Y qué
si, tan sólo
esta vez,
provoco el
deshielo a mi paso
por arriesgar
sin medir las
consecuencias
de cada una de
mis decisiones?
¿Y qué
si camino en
dirección a tus costados
con una venda
en los ojos,
las manos
atadas al pecho
y el corazón
desvalido,
cosido por un
millón
de hilos
rojos?
Lo único a lo
que aspiro
es a que mi
piel
vuelva a oler
a
inocencia
y
a
primeras
veces.
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