La noche.
Las ganas de besarte los párpados.
La luz que emitimos.
Un viaje con punto de partida y sin llegada establecida.
La resistencia.
Las distancias, largas y justificadas.
La mente corriendo veloz hacia ninguna
parte.
Mi cuerpo con el freno de mano puesto
como forma de vida.
Los minutos que suspiran mientras los
respiramos.
Un aquí y ahora que es lo único que
nos pertenece.
Lo que es meramente tangible.
Una promesa sin palabras.
Un hilo rojo que nos une, sin habernos
dado cuenta;
que estaba anudado ahí, desde el
principio del final.
Todo esto,
intocable,
que emerge
sin etiquetas;
sin apellidos.
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