La miro.
Comparte sus cicatrices
con voz queda y feroz,
tan valiente y abierta
que escarba, con cada sílaba,
en el pecho, a mano izquierda,
junto al esternón.
Cierro los ojos.
Taladra mis pupilas con su luz,
y se aprecian mejor sus matices
con los párpados dormidos,
dejando así, que sus quejidos
sean la nana que me meza
esa noche -y las que vendrán-.
La siento.
Como si sus heridas fueran las mías;
como si compartiésemos las costillas;
como si cada coma
y cada rima
fuese el resultado
de tardes de juegos y risas;
como si la conociese desde niña.
Quiero.
Para ella,
un hoy lleno de arcoíris azules,
unas ventanas abiertas
por donde la luz del arte
la abrace y seque sus llagas,
un viento de cara que le pinte,
cada segundo, sonrisas fugaces
y pulmones libres de escarcha.
Ahí está.
Otra vez lo ha vuelto a hacer.
Me hace gigante cuando se expone
escudada en su pequeña figura de metal.
Me hace libre al exhalar la verdad
que compartimos,
que vivimos,
que tengo la suerte de probar.
Me hace yo.
Me hace creer.
Me regala segundos de vida
que multiplico por cada una
de sus líneas.
No dejes de crear(te).
No hay comentarios:
Publicar un comentario