Quiero
reeducar a la distancia
y
enseñarle que los kilómetros
no son
una medida lógica
con la
que separar cuerpos y almas.
Ser
coleccionista de momentos,
absorber
cada suspiro,
rezar
para multiplicar los minutos,
hacerlos
cuidadosamente eternos.
Aprender
a que el tiempo
nos
espere sentado
mientras
brillamos
hasta
quedarnos sin aliento.
Aullar a
las aceras
y que nos
abrace la noche,
mullida y
espesa, sintiendo como
la
juventud inunda nuestras arterias.
Fotografiar
la libertad
escondida
en los vagones
de un
tren por coger,
distinto
al de ayer.
Declarar la inmortalidad
como
forma de vida.
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