Desde
aquí,
percibo
la sombra blanca
de
mi propio reflejo;
está
temblando,
avanza con los ojos vendados
tomando
como brújula
el
eco de unos latidos
que
retumban en las entrañas
-muy
adentro,
a
kilómetros de distancia
de
mi razón-.
Sostiene
en una mano
un
arpón a punto de clavarse
a
la izquierda del esternón,
un corazón amenaza
con derretirse;
late
a
destiempo
desde
hace
demasiadas
lunas.
En
la otra,
aferra
un folio con fuerza
entre
sus dedos delgados;
enumera
demasiadas leyes
escritas
por la experiencia
de
otras vidas.
Pero
ya no sirven.
Ninguna
de ellas.
No
contigo.
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