domingo, 18 de enero de 2015

Mirando con otros ojos.












Voy a quemar el tiempo
y a recoger sus cenizas
para guardarlas en un cajón,
junto con todos los recuerdos ásperos.



Abriré una nueva etapa
cerrando ventanas
por donde entraba humo
y señales equivocadas.



Dominaré el arte
de esparcir mi inspiración
a favor del soplo de tu frescura,
anudando tu luz a mi dedo meñique,
para que no se pierda entre la calima.



Y compraré una nueva cama
donde soñar despierta,
desde la que darte los buenos días
cuando las estrellas nos miren celosas
mientras brillamos, más incluso
 que ellas.



Cogeré las riendas
de mis latidos desbocados
-es inevitable no conducir en quinta
por la vida cuando te tengo cerca-.



Y aprenderé a dejarme alterar
por tus cuerdas y tus manos,
a que despiertes mi alma
y sus instintos secundarios,
a que naden las risas sumergidas
bajo arrecifes y escombros de escarcha.



Y que en el camino
renombres mis ganas de vivir los días
mirando con unos nuevos ojos
rodeada de versos,
música,
nuevos sonidos.





jueves, 15 de enero de 2015

Animales cegados (I)








¿Por qué tanta prisa?
Han colgado carteles de
“se busca respuesta perdida”
en cada una de las esquinas
de esta ciudad de horas desiertas.



Animales inmersos
en las normas de su propio universo,
entregan sus pulsiones
sin reservas,
sin cautela;
luego, les asfixia el remordimiento.



No quieren reparar
en el brillo del comienzo,
en el olor tibio
de un libro recién abierto:
engullen el final antes de empezar(se).



Regalan hilos de escarcha
al primer costurero que adoran,
poniéndolo en un pedestal de hojalata;
todo sea porque cosan
sus heridas abiertas, tan frágiles.



Que cada palabra compartida
es alentar al alma a que vuele,
obviando las tormentas de verano,
las altaneras presiones,
la sed, que tanto escuece.





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domingo, 11 de enero de 2015

Tu marea tiene nombre.









Escondes tras tus pupilas
el poder de invocar musas,
de convertirlas en gigantes.
Se hacen esquivas
a medida que las horas pasan
y se me olvida cómo se nombraba
tu aura.




Mientras esperas a que el fuego arda
te recuerdo que la vida
sopla encima de tus mejillas,
y te anuncio:
-mirándote directamente a las agallas-
que he aparcado en tu vida
para demostrarte
que mereces salir de tu anestesia inducida;
que mereces que te acaricien la imaginación
y besen tus días,
saber que enciendes el camino
de corazones que buscan su estela
sin brújula en mano;
que ves ansias de volar
en pájaros esquivos
pero olvidas que tú
ya vuelas con cada paso que das,
acercándote, risa tras risa,
a tu meta presente.





Que eres grande
cuando estás en ti,
y marcas el ritmo
de tu propia marea.

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