domingo, 11 de enero de 2015

Tu marea tiene nombre.









Escondes tras tus pupilas
el poder de invocar musas,
de convertirlas en gigantes.
Se hacen esquivas
a medida que las horas pasan
y se me olvida cómo se nombraba
tu aura.




Mientras esperas a que el fuego arda
te recuerdo que la vida
sopla encima de tus mejillas,
y te anuncio:
-mirándote directamente a las agallas-
que he aparcado en tu vida
para demostrarte
que mereces salir de tu anestesia inducida;
que mereces que te acaricien la imaginación
y besen tus días,
saber que enciendes el camino
de corazones que buscan su estela
sin brújula en mano;
que ves ansias de volar
en pájaros esquivos
pero olvidas que tú
ya vuelas con cada paso que das,
acercándote, risa tras risa,
a tu meta presente.





Que eres grande
cuando estás en ti,
y marcas el ritmo
de tu propia marea.

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