Tu juegas a besarme la frente como si el gesto fuese ligero y no me calase hasta el hueso - digiero cada embiste de tus labios como un rompeolas que quisiese devorarme entre sal y espuma blanca-.
Intento encontrarme antes de ti; con todas las heridas de pena y las cicatrices en la espalda cansada, pero no me recuerdo.
Sin embargo, estás aquí, con tu sonrisa amarilla perenne y un montón de luz y lazos rojos en las manos; me recitas con calma que siempre hay una oportunidad para volver a empezar.
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