Mi boca se queda aquí
enterrada en el mar.
Mi boca húmeda, espesa,
rebosante de palabras y de ganas,
se ha plantado en tierra
y no quiere moverse.
Le he instado a que huya,
libre. Que corra en dirección
a tus labios. Pero me ha
pedido,
de rodillas,
que espere.
Que hace frío y tiene miedo y sabe a sal
y está manchada de carmín y tú no lo
sabes todavía.
¿Qué más puedo hacer?
Me ha hablado fuerte y fiera.
Necesita aire.
Y tú,
mereces ser dueño del tiempo
que te separa
de ser libre.
Y tú,
mereces ser dueño del tiempo
que te separa
de ser libre.